En este país hablar de memoria al derecho le queda un poco mal. Masacre que viene tras masacre y ¿el derecho qué? Pues siguió derecho, no se percató de los asesinatos en las bananeras, del recrudecimiento de la violencia, de los pájaros y los chulavitas, de la exclusión que condujo a más violencia, de los crímenes de estado, de los crímenes del para estado, de los pactos de Ralito, de las fosas de la macarena, de un palacio que ardió, de un partido político que pereció viendo caer a sus integrantes por decenas, de las masacres en Urabá, en el Meta, en Nariño, Cauca… y en fin no nos acordamos de más pero no lo dudamos que lo hay y que lo iremos recordando. No crea que sólo eso es nuestra historia, pero si es buena parte de ella y como es la que más fácil olvidamos o a de la que pocas veces nos enteramos, será la que intentaremos tratar acá.
Es cierto, lo reconocemos, el derecho no puede hacerlo todo, arreglarnos el mundo, pero es que tampoco ha hecho mucho y casi siempre ha llegado tarde. Igual mejor tarde que nunca, lo que nos gustaría es que empezara a llegar temprano.
De política nos gusta hablar bastante, porque allí es donde se malversan los fondos, donde pasan los micos, donde se comprar los votos, en fin. El delicioso mundo de la política colombiana es un deleite…cuando se puede sobrevivir a él. El derecho allí es un placer. Nada esta al derecho y todos siguen derecho, por eso nos gusta darle un poco de vueltas.
Si nos va a decir que estamos un tanto pesimistas, no
nos queda más que decirle que sí, un poco, sólo un poco, es
que estamos en proceso de adaptación a la esquizofrenia
nacional, a la cual esperamos llegar pronto para cambiar
este pesimismo crónico que nos está habitando. Por ahora
un poco de ejercicio mental, sólo un poco para no ir a
desgastarnos.